12 de marzo de 2018

`La Mélancolie Des Dragons´ (Philippe Quesne)


¿Se puede jugar con?
La línea que separa el absurdo y el ridículo del arte y la belleza.
La línea que divide la ironía de la verdad.
La línea que divide el humor del drama.
La línea que divide el escenario y el patio de butacas.
Y el más difícil todavía: la medida exacta del tiempo que diferencia el aburrimiento del espectáculo con mayúsculas.
La respuesta es sí y, no sólo sale airoso, sale victorioso. La melancolía de los dragones lo hace.

Los personajes fluyen en continua coreografía creando bodegones vitales que mientras se forman nos hacen reír y cuando se forman nos podrían hacer llorar. La risa llega lenta, el drama aparece rápido, espontáneo, es la inversión del uso clásico de los ritmos, es el sublime control de los tiempos en la dirección. Vida en estado puro, la risa o el llanto son sólo cuestión de perspectiva y tiempos. No necesita estructura aristotélica, no tiene conflicto, no tiene nudo, no los tiene porque no juega en esa liga. Es pura vanguardia, no a base de retorcer sesudamente las estructuras, a base de simplificar y limpiar, pura genialidad. Personalmente lo que me conecta con la obra es: el surrealismo y el absurdo, siempre, la ternura y la humanidad, desde que soy padre más.

Por último: maneja el poder de las imágenes con la visión de un publicista y la sensibilidad de un artista: Arranca con un coche parado en medio de la nieve (cuatro heavies melenudos en su interior) y acaba en un viaje onírico de poesía y arte, "señora con gafas al rescate" mediante. De lo mejor que he visto en teatro en mucho tiempo (y esta temporada estoy viendo montajes de mucho nivel en el Canal).


No hay comentarios: