Desolación podría ser la palabra que define la película de Antonioni en una perfecta comunión de la fotografía y los personajes, de la forma con el fondo. Ver El desierto rojo fue una experiencia en muchos aspectos. Mientras arrancaban los primeros fotogramas de la película yo comenzaba mi particular viaje hacia mi adolescencia, un fuerte deja vu me arrastró a otro tiempo, yo había visto esta película, quizás con unos doce o catorce años. El recuerdo se hizo sensación, por entonces me atrapó la belleza de Mónica Vitti en el papel protagonista, me imagino quedándome en la pantalla eclipsado por su belleza (aunque toda la película tiene una fotografía de belleza ignotizante), en medio de mi pubertad, esperando (como un voyeur) a que hubiera una escena de sexo, o de lo que por entonces para mí era sexo, un beso en los labios, un pecho. Hoy tengo treinta y un años, quizás diecisiete o dieciocho años han pasado y el deja vu ocurre. Desde esa primera escena en la que come con ansiedad escondida detrás de unos matorrales "radiactivos" (¿qué no lo es en esta película?) ese bocadillo ya empezado, el erotismo aparece, paso de buscar el por qué. Qué mejor forma de presentar al personaje, es un animalito indefenso que se esconde en la maleza para comer los restos de una comida. Y de nuevo me encuentro viviendo esos doce años, despierta el Eros y espero que algún lobo ("El hombre es el lobo para el hombre") le sorprenda en el momento en el que está desvalida, mientras se alimenta, para agredirla sexualmente.
Giuliana (Monica Vitti) ha sufrido un accidente mientras su marido se encontraba en Londres por cuestiones de trabajo, al ser informado de que el accidente no era grave no abandonó Londres. A raíz de este accidente ella queda ligeramente transtornada, o eso dice su marido. Momento de la verdad, al menos de la mía: Giuliana es el personaje más "cuerdo" de toda la película. Poco importa que esté desequilibrada en el estricto sentido de la palabra, anda pegada a las paredes, porque se cae, se cae, la realidad está inclinada. A tomar por culo el "Cogito, ergo sum" de ese gerifalte del racionalismo occidental, tendría que ser sustituido por un "Soy querida, luego existo". El problema es que nadie la quiere. Es un espejo al que nadie mira, si habláramos como el "Like a mirror" de Morphine: "I'm like a mirror. I'm like a mirror. I'm nothing 'til you look at me". Bella letra, existencialismo, ¿eh, Claus? Ni siquiera su hijo (que se ríe de su sufrimiento), que la utiliza, como todos. Mientras ella piensa el color de una tienda en la que ni siquiera sabe que va a vender, y qué importa, claro que el color es importante, es la búsqueda de una identidad, una huída desesperada del "la mujer de". ¡¿Cómo coño, malditos cuerdos, no va a ser fundamental el color de las paredes de la tienda?!
Recuerda al personaje que encarna Nicole Kidman en la película de ese gran maestro del sadomasoquismo que es Lars Von Trier: Dogville. Manipulación sentimental, mujer objeto, instrumento en manos de los torturadores habituales. Menos mal que el espectador es observador, diría alguien, y se equivoca, Antonioni nos mete, nos hace participar, en ese falso amante que es cada uno de los espectadores en esos asientos de la Filmoteca, ese extranjero (el espectador y el personaje) que llega como un falso salvador. Cultura del dolor. Eros y thanatos,
Magistral Antonioni. ¿Qué me queda por decir? Mucho, diré un par de palabras: Obra maestra.
La fotografía es inquietante, proyecta la desolación, la soledad, el vacío. Aquellas excavadoras, antenas de las estrellas que piden ayuda extraterrestre, un mensaje de socorro pidiendo amor más allá de este mundo de falsedad, donde ese ángel manda un S.O.S. continuo en un "message in a bottle" al exterior, esa flor en el desierto (ella sí, tú no, Alex-Najwa), ese ángel entre lobos, que sólo quiere sentirse viva, "no son mis cosas, es mi vida". ¿Qué vida? Esa vida robada por una generación de hombres-lobo, "detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer", mierdas, basura, denigración de la mujer, ensombrecida por esos egos patéticos de una generación de gallos que ostentan el poder, sexo que no tiene ni apellido, salvaje vacío, sólo un apellido, un apéndice, mujer de y más allá, viuda de... incluso muerto es más importante.
Quien quiera otra dosis de Monica Vitti la puede encontrar en L'Eclisse (Michelangelo Antonioni, 1962). Pregunta abierta: ¿Qué esperas ver?
Dirección: Michelangelo Antonioni.
Guión: Michelangelo Antonioni y Tonino Guerra.
Fotografía: Carlo Di Palma
Intérpretes: Monica Vitti, Richard Harris, Carlo Chionetti.
LO MEJOR: la fotografía, el guión, el sueño (cuento), el trío de intérpretes principales (casting perfecto, gran interpretación).
LO PEOR: No se me ocurre nada, la veo redonda, quizás en algún momento te ataca ese fantasma racional (y cultural) del "para qué" y quieres saber hacia donde va la película. Respuesta: hacia donde va. Solucionado.
ES PARA TI: Si has revalorizado alguna vez una película tras verla. Si te ha atraido alguna vez algo y no sabes por qué, simplemente de forma irracional. Si te interesa el existencialismo. Si no tienes miedo a lo que no conoces de ti.
NO ES PARA TI: Si crees que te conoces y nadie ni nada tiene nada que descubrirte de ti mismo. Si crees en el tipo de frases a lo "Yo soy así", el yo estático y toda esa basura generada por la fábrica del racionalismo más cobarde. Si no cumples ninguno de los requisitos anteriores, si no aceptas sensaciones "negativas" en una película, si tienes miedo a lo desconocido. Si vas al cine a ver "cosas agradables".
CALIFICACIÓN: ***** (5/5)
4 comentarios:
Supongo que hay algo en la combinación de trastorno y belleza que convierte al espectador en violador. otro ejemplo:
repulsion
Quizá el trastornado sea quien mira la pantalla, sólo quizá.
¡hey, qué bueno verte por aquí! Mmmhh Interesante lo de trastorno más belleza. El caso es, en mi opinión, el tener "poder" sobre algo o alguien no te da derecho a utilizarlo (ese poder). Esto salía de ver "Earthlings", un documental del que un día me gustaría hablar... Interpretando belleza=atracción, trastorno=posición indefensa. No vi Repulsion, Roman Polanski!, gracias por la recomendación, la buscaré...
¡un abrazo!
también interesante la escena del amago de orgía... especialmente ese momento de romper el propio barco (la propia casa) para entrar en calor... Y la llegada del barco representando (en mi opinión, en mi cabeza...) el superyo freudiano... La culpa (/castigo) viene en forma de barco lleno de infectados, realmente si no fuera esa época y fueran los 90 sería el buque del sida...
Muy, pero muy buena crítica. Terminé de verla con ganas de leer una buena crítica y la encontré. Te felicito.
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