Pasó lo siguiente.
En un lateral una única ventana pequeña entreabierta. La sala iluminada por paneles de fluorescentes en el techo. En el mismo lateral un ventanal alargado deja entrar algo de luz, sobre la pequeña ventana. Silencio. Sólo yo en la habitación. A punto de amanecer, entorno a las seis o seis y media. Un golpe seco llega desde la ventana entreabierta. Me levanto de la silla y me acerco. Desde allí veo como en una esquina de la sala hay un gorrión que mueve las alas asustado. Levanta el vuelo y se lanza contra los fluorescentes, probablemente siguiendo la luz. Se golpea y cae al suelo aturdido. Vuelve a alzar el vuelo y se lanza contra el ventanal, tras el cristal se ve el cielo azulado, al caer me parece ver que se ha mellado el pico. Vuelve a sobrevolar hasta la esquina en la que quedó al principio. Cojo una bata y me acerco a él con intención de cogerlo y acercarle a la ventana. Me mira, alza el vuelo con fuerza y se lanza hacia el ventanal asustado por mi cercanía. Vuelve a caer al suelo, bocarriba, me mira, me acerco, tiene temblores, espasmos, cierra un poco los ojos mientras lo cojo entre las manos con la bata y le acerco a la pequeña ventana. Otro gorrión vuela en ese momento a la altura de la ventana, me ve, pía con fuerza y desaparece aleteando. Le saco por el hueco y le dejo en la repisa. El viento que sopla mueve sus plumas, el gorrión no se mueve, inerte. Amanece. Pasa más de una hora. Sigue en la misma postura, ladeado en la repisa, ojos cerrados, acurrucado, el viento mueve ligeramente la superficie de sus alas plegadas.